Mi gran maestro Pucho Ortiz me enseñó a mirar.
Mirar es una gracia original con la que muy pocos nacen y de la que otros disfrutamos gracias a la generosa donación de un guía. Es como si una oficiosa gran comunidad global de donantes activase un resorte en la mente de algunos elegidos, legándonos una llave atemporal de admiración y disfrute de sentidos adormecidos.
El ojo se educa. Los sentidos se educan. Se puede ver y mirar. Se puede oir y escuchar. Palpar y sentir. Probar y saborear. Oler y evocar.
Es la diferencia entre lo obvio y el esfuerzo.
Recordé a Pucho hoy, porque para mirar hay que tener tiempo y con este ambiente de fast-consume Navideño, reflexiono sobre como en los últimos años y cada vez más, la valoración del placer (en este caso de los sentidos, pero podría ser placer en general) es directamente proporcional a la inmediatez, indirectamente proporcional al esfuerzo y con una duración siempre muy limitada.
¿Eres capaz de liberarte del encarcelamiento del placer del consumo? ¿Eres consciente de hasta que punto sólo disfrutas de aquello que obtienes facilmente? ¿Entiendes que lo obtenido con facilidad produce casi siempre un placer inapreciable? ¿Obtienes, de verdad, placer de tus aficiones? ¿Tienes aficiones?
¿Todo pasa y todo queda? ¿O lo nuestro es SOLO pasar?
Las guerras televisadas son express,
las comidas no se cocinan con amor: las descongelan los robots,
la ropa se compra en fast-fashion asequible y perecedera con la temporada,
los polvos del gallo ya no son noticia porque se confunden con "gastar" amantes,
los amigos son los beneficios que se saca de ellos,
los hijos se implantan de tres en tres o se importan en excursiones a la pobreza abastecedora de humanos,
la adolescencia empieza a los 8 y nunca existe como tal,
la juventud es falsamente eterna
y la vejez es una falta de status.
Esto no es un río de la vida, es una presa con las compuertas abiertas!
¿Dónde está mi mundo?
Si es que ya sabía yo que esto de mis mapas del 88 y tanta negativa a la compra del Tomtom tendría consecuencias. Me he vuelto a perder.
"El apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas"
Christopher Flavin, director del Instituto Worldwatch.
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