13 abril 2007

Valentía e inconsciencia




Vamos a jugar un poco:
Una noche encuentras el botín de un robo en tu jardín. Son joyas. No tienen nombre, sólo un significado: Un ladrón ha estado a 2 metros de tu cama.
¿Llamas a la policía? ¿Acusas a un ladrón que sabe dónde vives? o ¿Te quedas las joyas sin nombre?
Y si vives en un pequeño pueblo de España, lo de España es un factor importante por el reducido "coste" de los castigos penitenciarios; y alguien es asesinado de 20 clavadas de destornillador. Tú sabes quien ha sido.
¿Irías al cuartelillo de la Guardia Civil a denunciar? ¿Te callarías? ¿Seguirías toda la vida saludando a la salida de misa al asesino?

Los dos son casos muy reales. Uno es mi jardín hace un par de meses. El otro es el pueblo de una amiga hace unos años.

¿Hasta dónde nos debemos exigir valentía? ¿Dónde la valentía deja de ser valentía para convertirse en inconsciencia? ¿Es el miedo perdonable?

Imagínate la vida como un gran conjunto, con más y más subconjuntos; directorios con listas de subdirectorios interminables: las historias subterráneas de las sociedades, de los pueblos, de las familias y sobre todo, de las personas y de las puertas cerradas.


Quedo en deuda. Próximo capítulo: Historias de culpables