01 octubre 2008

La incertidumbre


*Foto: Ventana en la City, Londres


En el mes de Agosto fui a misa en la Catedral de Barcelona. No soy una persona practicante, en realidad ni siquiera creyente, a mi pesar; pero lo cierto es que una buena homilía y la sensación de comunidad de las iglesias siempre me hacen reflexionar, por lo que debo reconocer que suelo salir "mejor" de lo que entré.
La ocasión era perfecta por el entorno y porque supuse que la homilía de misa de 12 de domingo en una "sede" de semejante importancia no podía estar en manos de un "piernas", como así fue. El mismísimo Cardenal en persona demostró que para estar en ese puesto los enchufes no funcionan. Hasta este nivel del escalafón la institución es pura meritocracia.
Su Eminencia con gran claridad afrontó un tema para la reflexión: La incertidumbre.
¿Nos hemos acostumbrado a asumir que todo en nuestro entorno es seguro?
Aseguramos nuestras casas, reaseguramos nuestra salud con seguros privados, aseguramos nuestros coches, los colegios de nuestros hijos... como decía el Cardenal contratamos seguros que nos imdemnizan si hace mal tiempo en vacaciones!
¿Es eso la vida?
¿Vivimos de verdad endiosados en un pretencioso mundo sin problemas?
O ¿Son unos parias los que tienen la desgracia de encontrarse una piedra en el camino?
¿Si eres viejo o estás enfermo te conviertes un deshecho inservible a esconder?

El otro día oía a una persona comentar que iba a matricular a su hijo en el método Kung "para ayudarle a prepararse para el estudio", en otras palabras para intentar evitar un problema de concentración o mala canalización de su energía hacia el trabajo. "Es que su profesora me ha dicho que debe concentrarse más". El tema no estaría mal, primero si viviésemos en una cultura oriental y segundo si el niño en cuestión no fuese un parvulito de 4 AÑOS!
¿Qué pretende una madre que intenta evitar a su hijo un más que teórico sufrimiento futuro en su potencial mal rendimiento escolar? Asegurar su éxito en la medida de lo posible, que en este caso consiste en comprar una póliza que garantice unas buenas notas. La mayoría los padres modernos persiguen una inútil y perversa carrera de evitar sufrimientos por la que en Caperucita Roja el lobo, debe ser vegetariano.

¿Puede ser alguien maduro sin sufrir, sin enfrentarse a problemas? No.
Los problemas, en su justa medida a cada edad, no son más que parte fundamental del camino a recorrer, parte del esfuerzo que es necesario realizar para ser feliz.
¿Puede ser feliz un niño sin problemas? No.
Desde que el mundo es mundo los niños nacen, a continuación tienen cólicos dolorosos, no duermen por las noches y lloran, tienen pavor cuando alguien extraño los aupa, tienen miedos nocturnos, se angustian pensando que sus padres se pueden morir, se llenan de complejos en la adolescencia, ... Esto ocurre desde que el mundo es mundo, son etapas, y aquí estamos todos unos más cuerdos que otros, pero aquí estamos. Quizás tiene que ser así, a medida que la inteligencia camina, los problemas aumentan simplemente porque aunque ya estaban ahí, somos conscientes a medida en que nuestra inteligencia está preparada.

¿Y un adulto? ¿Puede ser feliz un adulto sin problemas? No.
Lo que puede es ser tonto. Por lo que ya tendría el primer problema. (O ser "feliz e indocumentado", pero eso puede dar de sí como para hacerme otras 50 líneas en este blog)

¿Entonces porqué empeñarnos en rodearnos de "un mundo feliz" y no dejar que las cosas fluyan con naturalidad?
Obviamente no soy partidaria de dejar que la casa arda y vanagloriarme de tener las pelotas de "hacerlo a pelo", obviamente he contratado un seguro doméstico; pero en la vida en general asumo que los problemas forman parte de mi existencia. Tengo enfermedades, mis hijos tienen cada uno sus "taras" como la mayoría sin importancia, seguramente tendrán sus problemas en el colegio o después... pero todo llegará y cuando llegue, ya veremos. No les voy a robar ninguna etapa pretendiendo asegurar, si es que se puede llamar así, la siguiente.

Hemos vivido unos años de bonanza en los que parecía que nos habíamos comido el mundo, un mundo paradisíaco de trabajo asegurado, de consumo sin límites, de viajes exóticos obligatorios para ser feliz, de colas para comprar IPhones agotados a 300 euros, de puentes en la nieve, de coches cada pocos años, de plusvalías en casas con valor por tu sueldo de 100 años, de caras sin arrugas, de tetas de plástico, de niños con mini todoterrenos eléctricos...Todo la gran mentira de la felicidad enlatada.
¿Y ahora? ¿Qué va a pasar cuando todos estos que creyeron que por fin habían conseguido su paraiso de la seguridad se queden sin trabajo? ¿Qué va a pasar con todos los que pensaron que eso era ser feliz?
¿Va a ser esta en realidad no una crisis financiera provocada por unos miles de hijos de puta que nos han estado robando, sinó una crisis cultural, el final de una civilización tal y como la conocemos?

Ha llegado la realidad a sus vidas, señores, espero que tuviesen en su cartera algo más que dinero.
Y afortunado el que confía en que Dios existe.