28 diciembre 2010

Muerte a la insatisfacción


¿Tenemos derecho a sentirnos insatisfechos?
Creo que no.

Dado que soy una persona muy introvertida, a pesar de ese vicio de hablar incansablemente durante horas, mi tendencia a "cocerme en mi propia salsa" es elevada. Durante esas horas, que gracias a Dios y a la falta de tiempo en realidad son trayectos en coche; dedico todas mis fuerzas a imaginarme lo que habría pasado si..., lo que podría pasar si..., a racionalizar corazonadas que me obliguen a comerme la cabeza un poco más o a encajar piezas que en realidad no encajan. En otras palabras, que tengo la cabeza como una puerta sin pomo o una taza sin asa. Mejor no darme horas libres, que las jodo. :-D

Con estos precedentes insanos, es fácil imaginar que mi nivel de exigencia, hacia mí y hacia las víctimas que me rodean, es alto. O al menos en apariencia lo es: Dado que me paso la vida en proceso de perdón permanente, en el que cada error me dura 1.3 minutos de constricción y penintencia, y en donde aunque me perdono poco, lo cierto es que no soy capaz de ver mis errores; con lo cual, todo solucionado. No soy intransigente. :-D
Y esta norma es de aplicación a todos aquellos a los que quiero y/o confío.

Sin embargo, debe ser mi educación de nieta de la guerra, existen cosas que "no, porque no", y entre ellas la primera: La insatisfacción no existe.

Seguro que habrá gente insatisfecha por no poder estarlo.

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