16 agosto 2006

Enamorarse de la diferencia o de la falta de referencia

Tengo una buena amiga enamorada del amor. A mí, hoja de excel con piernas, me parece un sentimiento tan fascinante como la mente de un psicópata, un documental sobre la vida de la poligamia en el medio oeste americano o cualquier otra cosa que por incomprensible, me atrae.
Como no puedo evitar analizarla, intento aplicar una empatía teórica y pienso en cómo conseguirá sentir placer imaginando que va a sentir algo que en realidad para mí es un verbo transitivo, un medio, pero nunca un fin en sí mismo.
La vida a veces te pierde en un remolino de deseos y convierte el deseo en un fin que debe impedirte la capacidad de disfrutar los momentos. Supongo que ese punto, cuando la vida es un laberinto de jardín, perderás la perspectiva y no serás capaz de ver la salida.

Mi amiga tiene una segunda tendencia: Cuando no encuentra el amor en un sitio cercano, ensueña no sólo situaciones futuras en el tiempo sino lejanas en geografía. Convierte la falta de referencias en esperanzas de sorpresas. Esta parte me resulta más sencilla de entender, claramente es más fácil imaginar aquello que no conoces aún y sobre todo es más fácil justificarte si finalmente te equivocas. Pero de nuevo el método tiene una trampa, el remolino se centra alrededor de la búsqueda de sorpresas y cuando uno dedica su vida a buscar sorpresas, deja de sorprenderte que ocurran.

1 comentario:

Beatriz Russo dijo...

Choupa, te comento en mi blog, que me ha quedado un comentario muy largo y no quiero acaparar tu espacio.