27 agosto 2006

La difícil frontera del consejo




Muchas veces veo a alguien con problemas y deseo con todas mis fuerzas gritarle: ¡Nooo, por ahí nooo!
En realidad me pregunto una y otra vez si de verdad tengo derecho a la injerencia. ¿Es nuestra buena fe justificación suficiente para aconsejar a otros? ¿Quién soy yo para opinar sobre las decisiones de los demás y sobre todo para discutirlas con ellos?
A veces la frontera es tan borrosa, que a mi conciencia le cuesta mucho tomar una decisión.

A lo largo de los años me he dado cuenta de que cuando hablo, al contrario de lo que pueda parecer, no soy consciente del daño o el beneficio que puede producir en quien las oye, las cosas que digo. Soy completamente ajena a la posiblidad de que a mi interlocutor mis palabras le puedan producir la más mínima influencia.
Mi problema es que no cuento con la posilibidad de que los demás tienen inseguridades que yo no tengo, al igual que yo tengo otras que ellos no tienen. La incapacidad de medir las palabras para ser considerada con las inseguridades de mis interlocutores es un defecto que se me resistirá mientras viva. Quizás sea el resultado de no tener nada que ocultar y además no tener jamás una mala intención.
Para los que me importan nunca tengo una mala intención en mis palabras, y para los que no me importan, no tengo palabras. Total, el concepto "decir con segundas intenciones" sólo existe para las bromas, para la ironía producto de la confianza.
Pero claro, es que el mundo no es así.

La segunda parte es el respeto, quizás el pudor (palabra que le dedico a mi amigo Matías). Me produce un terrible pudor entrar a escondidas en la vida de alguien. Nunca podría abrir una carta de otro.
Dada mi falta de sensibilidad hacia las inseguridades ajenas con la que he venido "de fábrica" y al mismo tiempo mi terrible respeto a los demás, he creado un mecanismo nada automático llamado quizás prudencia. Si sabes que no eres capaz de medir lo que dices, procura decir menos. O al menos procura no entrar en temas que puedan herir a otro sin querer.

Total que si eres mi amigo y alguna vez te he dado un consejo, ten la absoluta seguridad que habrá sido producto de más de una reflexión sobre cómo hacerlo, si hacerlo o no hacerlo e incluso a posteriori me habré arrepentido 10 o 12 veces sólo por la remotísima posilibidad de que mis palabras puedan haber influido ni por un segundo de una forma negativa en tu cabeza.

1 comentario:

Matías dijo...

Upsssss..... debo reconocer que me ha dado cierto "pudor" leer tu dedicatoria... jeje