08 marzo 2007

Ahora que soy Oriana Falacci


Querida Oriana,


A medida que me hago vieja, me pasa lo que a ti, me entran unos deseos espantosos de decir la verdad.

Recuerdo tu cabreo llegando a tu casa después de un viaje, al encontrarte con 20 tiendas de campaña de rumanos invadiendo la plaza. "Es que no tienen vivienda" decía el ayuntamiento. "Es que el piso es el producto de toda mi vida de trabajo y yo no quiero convivir con estos señores, ni ver sus tiendas y sus mierdas cada vez que salgo de mi casa". Recuerdo la respuesta generalizada: "Poco solidaria, es poco solidaria".
La solidaridad, esa extraña circunstancia por la que un maleante, un ayuntamiento sin política social o un estado con inmigración sin control; se convierten en factores provocadores de mi sufrimiento personal y el de mi familia. Al final, me hacen responsable de su ineficacia y de su hipocresía.

Solidaridad! Alianza de las civilizaciones que dejamos morir en el mar porque no nos ensucian demasiado las playas y son negros! ¿Qué pasará el día que empiecen a llegar de verdad? ¿Qué pasará el día que la alianza de civilizaciones establezca campamentos en terrenos recalificados para urbanizaciones de la costa?¿El día que sean legales, seguirán siendo rentables? Maldita solidaridad.


Yo soy solidaria con mi abuelo y toda su quinta: Empezaron a trabajar con 13 o 14 años, con 17 los llamaron a filas y después de una guerra les tocó agradecer a Dios la posiblidad de tener 2 trabajos y un pequeño negocio en casa.
50 o 60 años trabajando y tienen un piso, un coche y una pensión de 500 euros al mes. Son pobres y sin derecho a reclamación de ayudas solidarias. En ese momento la familia se convierte en responsable de las carencias del sistema y se sacrifica
¿Debemos pedirle a las familias que donen parte de sus impuestos para pagarle una casa a los de la tienda de campaña en la plaza?
¿Quién le cuenta a mi abuelo que ahora la vivenda es un derecho para los recién llegados pero que se aguante aunque su pensión sea de 500 euros y el pescado de media cueste 25 euros el kilo?

La vida al final es terríblemente injusta en muchas circunstancias, pero la solución no es joder al que se esforzó o pretender que todos asumamos las carencias de los sistemas.


En tu día a día seguro que, en otro nivel mucho menos grave, te encuentras con parecidos ejemplos: ¿Quién no convive con un vago cuyá única actividad consiste en esperar a que el que trabaja se equivoque para publicar su culpa? ¿Son las sociedades occidentales grandes laberintos de vagos escaqueados? ¿Son los vagos mayoría y por eso han establecido férreos sistemas de defensa que convierten en insolidario al que quiere hacer su trabajo?

Tengo la sensación de que la falta de principios es la gran herramienta de los mediocres. Nada es bueno, nada es malo, sin opinión todos somos iguales, pero sobre todo, los malos pasan desapercibidos.



1 comentario:

Beatriz Russo dijo...

Me lo has quitado de la boca!!!! Hace falta tener muchos xxxxxx para decir lo que todos pensamos pero nadie se atreve porque te podrían tachar de xxxxx. Ésta es la verdadera libertad de expresión. Hoy en día no puedes expresar una opinión que pueda atentar con lo que ELLOS consideran el bien pensar. Si dices esto, es apología del clasismo, fascismo, insolidaridad, racismo, y un largo etcétera de -ismos. Me recuerda mucho al periodo stalinista en el que no se podía decir nada que se desviara de la causa. Pero ¿cuál es nuestra causa? ¿La igualdad? pues menuda forma de fomentarla si se atenta con la libertad individual y el respeto por los derechos adquiridos con años de durísimo trabajo y sacrificios.
En fin, Choupa, que este tema da apra más que un comentario mío en tu blog. Nos tomaremos varios cafés para desahogarnos.
besines